En su búsqueda fue despojándose de lo superfluo, buscando en la profundidad, en el interior, donde el agua (fuente de vida) regaba los cimientos de lo conocido y de lo que estaba por descubrir…
Allí, entre claros y sombras, en una soledad imprescindible, se reconoció en algo que había sido parte de él, en algo que sentía como perdido.
Al tocarlo sintió que algo en sí vibró. Supo que ese trozo había estado con él siempre, acompañándolo a pesar de sí, de su aislamiento, de su ceguera, esperando ese momento: el momento de volver a ser reconocido.
Un suspiro, unas lágrimas. Reconocimiento. Un poco más completo. Un trozo más de sí.
Trabajo interior.
Esteban Miñarro Belzuz
Ilustración: Joan Jover.