El proceso terapéutico tiene de fondo el desarrollo de una mirada amorosa. Un aprender a mirarme bien, con buenos ojos, con ojos acogedores.
Una mirada moldeable en lugar de rígida, que asume lo que hay, lo que nos gusta y lo que no. Que amplía más que encorseta. Que añade colores, tonalidades.
Una manera de mirar, de mirarnos, que nos permita ir asumiendo los fenómenos, lo que vamos pensando, lo que vamos sintiendo, lo que vamos viviendo, más allá de nuestro juicio. Esto quiere decir que también damos cabida a nuestro juicio, claro, nuestros conceptos preconcebidos de cómo han de ser las cosas, de cómo han de ser las relaciones, de cómo hemos de ser nosotros… y además, el resto, lo que no entra en ese marco que hemos ido (y vamos) fabricando de ideas sobre la vida.
Y esto que no tenga (por favor) que ver con la complacencia, con el “ay, pobrecito de mí, qué mal me trata la vida que no me da lo que quiero”, y sí con el “ay, cómo me duele no conseguir lo que deseo” y poderme tener en cuenta ahí.
Y decía al principio “el desarrollo de una mirada”… Mirar se hace voluntariamente, conscientemente, y también involuntariamente, inconscientemente.
Es menester mirar voluntariamente. Entrenarse a ponerse a mirar. También hacia “ahí”, hacia ese lugar en el que no sé estar, no me gusta, me da miedo, siento rechazo, dolor… También ahí. De hecho “también” es la palabra importante, no tanto el lugar. Que la mirada sea un mirar “también”. Tan-bien en un sitio como en otro, tan-real en un sitio como en otro.
Mirar a pesar de que sea desagradable. A pesar de que duela. A pesar de que me guste. A pesar de que me aburra. A pesar de que a veces parezca que siempre sea lo mismo. Mirar y mantener la mirada. Seguir mirando a pesar de creer que ya reconozco lo que veo, a pesar de pensar “esto ya sé lo que es”.
Mirar mirando. Estar mirando, diciendo “sí” a lo que vemos.
Mirar de ese modo que nos llevará hacia ese precepto gestáltico, hacia esa actitud que propone la gestalt de que es mejor estar presente, consciente y responsable. En contacto. Como que es más real lo presente, y lo presente lo apreciamos desde la conciencia y vemos lo responsables que somos en nuestro vivir, y actuamos en consecuencia, con lo cual nos hacemos presentes.
Esteban Miñarro Belzuz